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¿Cuál es la relación entre la Histamina y la salud hepática?
El exceso de Histamina está implicado en varios problemas de salud
tales como colon irritable, exceso de gas, contracturas y dolores articulares de repetición,dolores de cabeza o migrañas, dolor menstrual, exceso de estrógenos, ansiedad, alergias, dermatitis, eccema o urticaria, asma, presión arterial baja, hipertensión, arritmias, etc.
La Histamina es un neurotransmisor indispensable, una hormona del estrés, que nos ayuda a estar concentrados. Pero una metilación hepática deficitaria o lenta (el hígado no metaboliza la Histamina, los estrógenos o el cortisol a una velocidad adecuada), o una deficiencia enzimática de DAO. La DAO se encuentra mayoritariamente en la mucosa intestinal y el resultado de su poca actividad da lugar a una acumulación de Histamina. Cuando existen una desproporción entre la histamina ingerida y la capacidad de metabolizarla por déficit de DAO la Histamina pasa a través del epitelio intestinal al torrente sanguíneo, y se produce su acumulación en plasma y tejidos, apareciendo los efectos adversos, sin haber una relación temporal directa entre la ingesta del alimento y el síntoma.
Para el proceso de metilación contamos con funciones propias del hígado que deberían estar en perfecto funcionamiento: la metilación, la sulfatación y la glucoronidación. Estos tres embudos deben hacer bien su trabajo y ello depende de nuestros hábitos de vida y nuestras condiciones genéticas. Las personas que no metilan bien no eliminan las hormonas del estrés, la histamina, los estrógenos y los tóxicos como deberían y los acumulan. De ahí que al metilar lento y tener un proceso de estrés alto, puedan sufrir de caspa, dolor de cabeza y de tripa, tengan diarrea, eczema, contracturas, dolor de articulación en la mandíbula y bruxismo. Pueden tener los marcadores de homocisteína superiores a 12 mmol/1, anemia con niveles bajos de glóbulos rojos y el volumen corpuscular medio cercano a los límites máximos.
Por el embudo de la sulfatación eliminamos estrógenos, andrógenos, histamina, hormona del estrés, colesterol, bilis, serotonina, polifenoles, hormonas tiroideas y muchos medicamentos y tóxicos. Con este proceso bien activado podemos fabricar más enzimas digestivas y generar la capa de mucosa que protege al aparato digestivo. Si faltan enzimas digestivas probablemente una dieta rica en ensaladas, frutas y legumbres no sea la más indicada porque empeora la digestión. También si los ajos, las cebollas, los pimientos o el pepino no sientan bien o hay dolor de cabeza cuando se ingiere vino, seguramente este proceso de sulfuración no está activado.
Por el embudo de la glucuronidación eliminamos estrógenos, hormonas masculinas, ácidos biliares, alcohol, bilirrubina, cortisol, progesterona, hormona tiroidea, tóxicos ambientales, y medicamentos como el paracetamol, lorazepam, sertalina, etc… Si este factor no está funcionando correctamente, la acumulación de hormona masculina puede provocar acné, hirsutismo, cabello fino o escaso en la zona central de la cabeza, ovarios poliquísticos, piel grasienta o pelos que se enquistan cuando se depila, la parte blanca de los ojos amarillea, hay cansancio, dificultades de concentración, pensamiento confuso y picores por el cuerpo.
Empeoraremos los síntomas si comemos alimentos ricos en Histamina y otras aminas biógenas:
- Naranja, limón, pomelo, kiwi, plátano, fresa, melocotón, piña, frambuesa, aguacate.
- Chocolate, derivados lácteos de vaca.
- Soja y derivados.
- Café, té, alcohol, cerveza, vino, vinagre y encurtidos.
- Pescado azul y conservas.
- Frutos secos especialmente nueces y cacahuetes.
- Cerdo y embutidos ahumados.
- Trigo y derivados.
- Solanáceas: pimientos, patata, berenjena, espinacas y acelgas.
- Azúcar blanco refinado y aditivos.
- En menor cantidad también está presente en la clara del huevo, algunas legumbres como los garbanzos, las aceitunas y las setas.
Mejoraremos los síntomas si comemos alimentos bajos en histamina:
- Manzana, pera, mango, coco, lichis, granada, uva, melón, sandia, frutas del bosque, higos, melocotón, albaricoque, nectarina.
- Bebida de arroz, de mijo, de quinoa, de sésamo, de coco, de avena.
- Queso de oveja o de cabra fresco.
- Yogur de oveja o de cabra.
- Algarroba
- Pan de espelta y derivados de ella (atención si se fuera intolerante al gluten)
- Estevia, azúcar de coco, miel o panela
- Pescado blanco: lenguado, rape, merluza, pescadilla, halibut, bacalao, perca, calamar, pulpo, sepia, gallo, lubina, mero, dorada, raya.
- Lechuga, endibias, escarola, berros, canónigos, rúcula, coles de bruselas, coliflor, col lombarda, brócoli, zanahoria, boniato, pepino, ajo, cebolla, puerro, calabacín, calabaza, espárragos, remolacha, judías, nabos, rabanitos, apio.
- Cordero, ternera, conejo, jabalí, pollo, pavo.
- Algas.
- Legumbres: guisantes, lentejas, habas, judías secas, azukis.
- Semillas: lino, sésamo, (tahin), cáñamo.
Es muy importante individualizar los tratamientos y valorar la necesidad de diferentes pruebas (heces, aminoácidos, ácidos grasos esenciales, hormonas) para tener una visión bioquímica de la persona que sufre ciertos síntomas e intolerancias. Un cambio alimentario, una higiene emocional, una limpieza y puesta a punto de emuntorios, son necesarios para actuar sobre la matriz extracelular e intracelular.